28 de abril de 2017

10. 'Stefan Zweig: adiós a Europa'



Aunque hace ya varios días que he visto la película, todavía soy incapaz de concluir si el homenaje cinematográfico a Stefan Zweig es el biopic más frío de la historia del cine o si, por el contrario, se ajusta perfectamente al perfil del escritor.

Hay dos maneras de acercarse a la película de Maria Schrader. Una, desde el apasionamiento que suscita la figura de Stefan Zweig, autor que para muchos, entre los que me incluyo, constituye un referente imprescindible en la historia de la literatura europea del siglo XX. Y la otra, desde una visión más aséptica, menos emocional,  donde el espectador sea capaz de domar la emotividad que implica la grandeza humana del escritor austríaco, su admirable inteligencia, su incorruptible sentido ético y estético y las terribles circunstancias de su exilio y posterior suicidio. Yo acudi a verla con la primera de esas premisas, con la del arrebatamiento nacido de la admiración y del dolor. Ese fue mi error. ¿Pero cómo sostener la brida de la exaltación? La primera vez que me acerqué a Stefan Zweig fue a través de su libro de memorias, El mundo de ayer. Yo no sabía nada de Zweig y tampoco conocía el trágico desenlace de Petrópolis. De manera que leía su ensayo con el arrobo que produce su prosa luminosa y, sobre todo, su optimismo inquebrantable, basado en la fe en los hombres y en su gozosa comunión colectiva al amparo del arte y la cultura, más allá de las lenguas y de las fronteras. Su vehemencia eran tan avasalladora y entusiasta que poco podía imaginar yo que acabaría devastada por la abdicación del suicidio. Cuando, profundizando en su biografía, hallé por casualidad la sobrecogedora fotografía en la que el cadáver de Zweig yace en la cama de su residencia de Petrópolis, las manos entrelazadas con las de su inseparable Lotte, sentí una punzada estremecedora de la que aún no me he repuesto. ¿Cómo era posible que aquella ilusión fuerte y esperanzada fuera derrotada de esa manera? El contraste resultaba terriblemente atroz. ¿Cómo no acudir al cine, pues, con los sentimientos a flor de piel y esperar de la película un homenaje grandioso y épico? Sin embargo, Maria Schrader ha optado por la mesura más contenida. Y nada hay, quizás, que reprocharle. La película se ajusta al carácter discreto de Zweig, a su humildad y rechazo del protagonismo. En una secuencia de la cinta, cuando Zweig es apremiado para que condene el régimen de Hitler en el Congreso de Escritores de Argentina de 1936, el autor austríaco se niega porque considera que condenar lo obvio ante un auditorio donde todo el mundo opina lo mismo, es un acto de vanagloria y exhibicionismo. La película recorre las vivencias del exilio de Zweig y del paulatino desmoronamiento de su alma de manera fragmentaria, casi impresionista, sin cargar las tintas en el sentimentalismo, o utilizando espléndidas secuencias simbólicas como la mala interpretación del Danubio Azul por parte de la orquesta en el acto de recepción brasileña, trasunto de la decadencia de su mundo. También se aborda su sentimiento de culpa por el privilegio que su condición de escritor afamado le proporciona a la hora de obtener los salvoconductos para el exilio mientras otras personas sufren o mueren. Pero todo se hace con una contención tan conscientemente epidérmica, que el espectador es incapaz de involucrarse en la tragedia del personaje. La misma escena de la muerte de Zweig, inopinada también en la película por lo repentino de la misma, se muestra a través del juego de espejos del armario y de la mirada triste de los circunspectos, entre los que se halla Gabriela Mistral. La sensación tras los créditos finales es la de no haber llenado el molde de sus gigantesca figura ni el de su muerte. Pero quizás Zweig habría suscrito esa sigilosa semblanza.

Fernando Parra Nogueras
Nota: 6

16 de abril de 2017

9. 'Locas de alegría'


Beatrice y Donatella son dos pacientes del internado psiquiátrico de Villabiondi. No pueden ser personas más diferentes: la desbordante Beatrice es elitista y aristocratizada, y en su locura cree estar en contacto con el círculo de todas las personas relevantes del país; Donatella es, en cambio, introvertida y su incorporación al psiquiátrico está envuelta en un halo de misterio. Un día, ambas deciden fugarse juntas.
La película se estructura en dos partes bien diferenciadas. En la primera, se narran todas las cómicas vicisitudes relacionadas con la fuga, pero esa comicidad es, bajo mi punto de vista, discutible. El desenfreno interpretativo de Valeria Bruni es su mejor baza pero es precisamente su raudal desmesurado el que satura las escenas cómicas para convertirlas en histriónicas. Ese ese humor abigarrado y sencillote en la línea  de las películas italianas, donde todo pasa muy deprisa y donde todo el mundo habla al mismo tiempo, solapándose las voces, pasajes que en la versión original pueden tener su efecto humorístico pero que pierde notablemente en el doblaje.

La segunda parte se descubre más dramática, pues se colocan en liza los desgarros vitales de los personajes que les han llevado a la locura, especialmente el relacionado con Donatella. La revelación de sus miserias, reconduce la percepción que hasta entonces había tenido el espectador de ellas, empezamos a tomárnoslas en serio y en ese contraste, la parte trágica queda realzada. Enternece el desamparo de Micaela Ramazzotti, memorable en su atuendo años 20. Aunque alegría y tristeza se dan la mano en la cinta, la desproporción entre la delicada sensibilidad de la segunda parte y el ramplón humorismo de la primera, dan un resultado desigual, desequilibrado, inestable. Como sus personajes mismos.

Fernando Parra Nogueras
Nota: 5

10 de abril de 2017

8. 'Múltiple'

 

Me temo que Night Shyamalan va a necesitar algo más que esta convencional e indiferente Múltiple para recordarnos al director que otrora nos deslumbrara.
La película narra la historia de Kevin, dueño de 23 personalidades diferentes, que lucha por evitar que una de ellas, la más oscura, se enseñoree de todas las demás. Obligado por esta última y tóxica personalidad, rapta a tres adolescentes, a quienes encierra en su casa. La vida de las jóvenes dependerá de cómo las personalidades de Kevin gestionen el golpe de poder que está ejerciendo la identidad más peligrosa.

El planteamiento de la película resulta muy sugestivo, sobre todo en lo concerniente a la lucha interna de Kevin para derrotar a su yo malvado. Todo el frágil juego de alianzas, lealtades, traiciones y complots que se colocan en la liza de su complejo trastorno mental, mediado por la psiquiatra, se antoja muy interesante; por otro lado, con esta propuesta, la cinta reformula el viejo asunto de la lucha del hombre contra su yo más destructivo, a la manera del Doctor Jekyll y Mr. Hyde. Sin embargo, esa pelea interna no acaba de resultar la dramática epopeya que se promete. Así, el combate del hombre contra sí mismo, que podría haber adquirido unos tintes casi ontológicos, abdica de su grandeza al querer comulgar con el espectáculo visual (y comercial) de la somatización que sufre el cuerpo de Kevin ante el imperio de su pérfido yo. Tampoco el juego de alianzas y estrategias resulta lo suficientemente elaborado. Para acabar de arreglarlo, la película cae en la aventura adolescente cuando las jóvenes secuestradas tienen que idear su plan para su liberación con todos los tópicos imaginables: chica introvertida y marginada con un pasado traumático capaz de empatizar con su secuestrador, que se reivindica en el lance y que sella las heridas del pasado. Entretenimiento sin más del que sólo se salva la difícil actuación de un James McAvoy en estado de gracia. 

Fernando Parra Nogueras
Nota: 5

3 de abril de 2017

7. 'Ghost in the shell'



El problema de Ghost in the shell es la noble pugna de su director por no traicionar el espíritu del manga original y, a la vez, por ofrecer un producto comedido que no traspase en demasía las espesuras filosóficas que son piedra angular en el trabajo de Masamume Shirow. El resultado de esa contención es que, lamentablemente, no hay equilibrio y acaba triunfando el blockbuster, con todo su despliegue técnico y su trepidante acción, sobre la parte reflexiva.

Motoko Kusanagi (Scartlett Johansson) es un cyborg que lidera la Sección 9 del departamento de seguridad del gobierno japonés, que lucha contra el ciberterrorismo y los crímenes tecnológicos en un Japón futurista. Una de sus misiones llevará a Motoko a descubrir su pasado y a despertar en su cuerpo robótico el alma de la humana que fue. Las implicaciones filosóficas y éticas son evidentes, sobre todo aquellas relacionadas con los límites entre hombre y máquina y sus consecuencias identitarias. Esta dicotomía no afecta sólo a Motoko sino a toda una sociedad vinculada a lo tecnológico que, merced a los avances científicos, mejora sus capacidades fisiológicas adoptando implantes robóticos. Por otro lado, los androides de pura cepa están tan extraordinariamente bien diseñados, que cuesta distinguirlos de los humanos. Así las cosas, la única manera de hallar un resquicio de humanidad en esa sociedad tecnificada reside en esa suerte de esencialidad que llamamos alma. Toda la potencialidad del tema queda, sin embargo, atisbada superficialmente para sucumbir luego a los clichés del cine de acción y a sus, justo es decirlo, meritorias escenas. Por su parte, Scarlett Johansson es capaz de superar una vez más la inevitable erotización a que es sometida en cada película para vindicar sus camaleónicas aptitudes de la actriz que es.

Fernando Parra Nogueras 
Nota: 6

6. Lion



Los principales temas de Lion abordan el problema identitario y la enorme capacidad de algunas personas para la generosidad, el altruismo y la solidaridad. Saroo es un niño pobre de cinco años que accidentalmente se pierde en las calles de Calcuta, a miles de kilómetros de su casa. Tras una serie de vicisitudes acaba siendo adoptado por una familia australiana. Ya adulto, tratará de buscar sus orígenes a través de la aplicación informática de Google Earth.
La película se estructura en dos partes bien diferenciadas. El primer tercio tiene un cariz más social, donde se denuncia la extrema pobreza de la India o las mafias que medran a través de la trata de niños. La gran baza de esta primera parte es la enternecedora actuación de Sunny Pawar;  su desamparo e inocencia y sus grandes ojos expresivos nos roban el corazón. En la segunda parte hallamos ya al Saroo adulto (Dev Patel), a quien lacera su debate identitario. Por un lado, se siente agradecido a sus padres adoptivos (Nicole Kidman y David Wenham) a quienes percibe con el amor de un hijo de sangre; pero por otro lado siente suyo el sufrimiento de su madre biológica, que ni siquiera sabe si su hijo aún vive. A partir de ese momento, recomponiendo las difusas piezas de la memoria, tratará de hallar su hogar a través de referencias geográficas y físicas (el recuerdo de unos silos desatará el hilo de Ariadna). Para ello se vale de la aplicación de Google Earth, que lejos de suponer una traba que pudiera lastrar el romanticismo de la búsqueda (el uso de la tecnología amenaza siempre las esencias), aquí se aborda la herramienta informática con una humanidad tal, que revierte eficazmente su frío pragmatismo. El hallazgo en la pantalla de ordenador de los perfiles geográficos reconocibles por Saroo, se presentan como una mágica epifanía que en nada es menoscabada por el recurso informático; la mano de Saroo fundiéndose en la pantalla con la cartografía de su infancia es también memorable.
La película incide en la llamada de la sangre del transterrado y en la capacidad de asimilarse en otra patria (es interesante comparar a Saroo con su hermanastro, también adoptado, que no consigue hallar su centro de gravedad). Pero es también importante el valor de la generosidad (hay que estar muy atentos a la revelación de Nicole Kidman en el último cuarto de la cinta).

El argumento, basado en una historia real (en los créditos finales aparecen las imágenes de sus verdaderos protagonistas) no está lleno de grandes lances y peripecias. Por eso hay algún momento en que la cinta decae algo, aspecto que podría haberse compensado de sumergirse el director con más profundidad en las contradicciones indentitarias del personaje. La película, además, contiene bien el componente lacrimógeno. Ni siquiera en la primera parte, más tentadora en ese sentido, cae en la emocionalidad excesiva. El resultado es una película muy solvente y bien medida. 


Fernando Parra Nogueras.
Nota: 7